Hundir en 2031 la Estación Espacial Internacional (EEI) en un área remota del océano Pacífico sur, llamada Punto Nemo y conocida como el “cementerio de naves espaciales”, es el plan que la NASA reveló hace pocos días.
La estación, que se inauguró en 1998, fue diseñada para durar quince años, o sea hasta el 2013; y para el 2031, cuando se atraiga a la Tierra y se lance al océano, ya habrá estado operativa durante más de 30 años.
La decisión de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de EE. UU. (NASA) radica en que la EEI ya cumplió su vida útil.
La agencia asegura que, pese a que los sistemas —como la energía, el control ambiental y el soporte vital— son reparables y remplazables en órbita, cada nuevo acoplamiento y desacoplamiento de módulos agrega más tensión y problemas, sobre todo con algunos de los módulos rusos, incluidas las fugas repetidas, que han comenzado a aumentar. Aunque dice que los controles de seguridad de la estructura superior han demostrado que es segura hasta 2030.
La EEI ha estado ocupada continuamente desde noviembre de 2000 y ha “permaneciendo como un faro de cooperación internacional”, con EE. UU., Rusia y la Agencia Espacial Europea a la cabeza, según la NASA.
Fausto Freire, doctor en Dinámica en Sistemas Mecatrónicos y profesor en la universidad UTE, donde es el coordinador del Programa Satelital UTE —que lanzó dos nanosatélites en 2017 y 2019 junto con la Universidad Estatal del Suroeste de Rusia (Uesor) y con el apoyo de la agencia espacial rusa Roskosmos—, recuerda que cuando nació la EEI había expectivas muy altas sobre el aporte que tendría y que, sin duda, se han ido cumpliendo, además de ser un símbolo de desarrollo luego de la Guerra Fría (1947-1989).
“Nació como el fruto de un acercamiento de amistad, de trabajo conjunto entre EE. UU. y lo que fue la Unión Soviética. Rusia heredó gran parte de esa tecnología, sistemas y ciencia. Cuando se lanzó el primer módulo, el Zarya, que fue ruso, este fue la base o núcleo y a partir del cual se fueron uniendo los demás, como el Unity, de origen estadounidense, y otros más”, comenta.
El catedrático añade que, a lo largo del tiempo, las expectativas sobre la EEI y sus objetivos no han cambiado, pese a cualquier diferencia política que se haya presentado entre las naciones que trabajan en la estación. “Una cosa son las diferencias políticias y otra es el trabajo científico de gente a la que le gusta el espacio, el cosmos; y las relaciones ahí son muy diferentes, no tienen nada que ver con las relaciones que tengan más allá los países”, apunta.
Por su parte, la NASA sostiene que la EEI ha logrado ser “un laboratorio único que está devolviendo enormes desarrollos científicos, educativos y tecnológicos para beneficiar a las personas en la Tierra y está permitiendo nuestra capacidad de viajar al espacio profundo”.
Robyn Gatens, director de la Estación Espacial Internacional en la sede de la NASA, subraya que “la EEI está entrando en su tercera y más productiva década como una plataforma científica innovadora en microgravedad”.
Pese a que en menos de una década será el fin de su estructura principal, son muchas las actividades de investigación y desarrollo de la NASA que están avanzando, como las tecnologías y procedimientos para enviar a la primera mujer y la primera persona afro a la Luna en 2025, y a los primeros humanos a Marte en la década del 2030.
Una nueva estación espacial comercial
En tanto, cuando la estación llegue al final de su vida útil, que está determinada por la estructura principal, no por los módulos individuales, ocurrirán una serie de eventos.
En primer lugar, todos los módulos comerciales y algunos de los módulos más antiguos más confiables, que posiblemente incluyan instalaciones rusas más nuevas, se separarán de la estructura.
Luego, en un escenario perfecto, su altitud orbital, actualmente de unas 253 millas, se reducirá hasta que golpee la atmósfera.
Como parte del plan de transición, la NASA dijo que se agregarán varios módulos operados comercialmente a la estación durante la próxima década.
El objetivo es que eventualmente se separen y formen su propia estación comercial, uniéndose al menos a otras tres instalaciones orbitales de gestión privada que se lanzarán antes de 2030.
Freire manifiesta que existe una tendencia de empezar a apostar por las empresas privadas y que se está viendo más en Occidente.
“Vemos ya empresas, como SpaceX, que están construyendo sus propias naves, sus propios cohetes, sus propios proyectos. Al menos en América se ve esa tendencia de auspiciar que la empresa privada ingrese a este negocio”, expresa.
Resalta que eso no ocurre aún del todo en Rusia, y dice que más bien se mantiene la tendencia estatal y que han seguido enviando módulos, como el Nauka y Prichal, lanzados en 2021, los que pueden tomar luego la posta para una nueva estación espacial.
Freire asegura que, sea cual sea el rumbo que tome, “el trabajo en conjunto seguirá por muchos años más, ya que en sí es el fruto de la humanidad y este va más allá de cualquier país o empresa”.
¿Cómo llegará al océano la EEI?
En tanto, para poner fin a la estructura principal de la EEI se enviarán varias naves espaciales, sin tripulación, a la EEI en sus últimos días antes de salir de órbita, para ayudar a empujarla hacia la Tierra. La NASA sospecha que esto se puede lograr con tres naves espaciales rusas Progress y una nave espacial Northrop Grumman Cygnus.
A medida que caiga a través de las capas de la atmósfera de la Tierra, será arrastrada y jalada cada vez más bajo, viajando tan rápido que arrojará escombros detrás de ella.
Una gran parte de esto se quemará debido a la fricción de la atmósfera, pero algo permanecerá, siguiendo a la masa principal mientras se dirige a su lugar de descanso final, el Punto Nemo.
Freire dice que no será la primera vez que esto ocurra. Menciona el hundimiento de la estación espacial rusa Mir en 2001, y que, contrariamente a lo que se puede pensar, la llegada de restos de este tipo no representa un riesgo para el planeta, ya que lo que ingresa son apenas fragmentos que no logran quemarse cuando entran a la atmósfera, y resalta que estan compuestos de material que cumple estrictas normas ambientales de calidad, como todo lo que se envía al espacio.
“Oscilemos que la EEI entrará a la atmósfera con una velocidad de 28.000 kilómetros por hora, estamos hablando de unos 8 kilómetros por segundo; el rozamiento y velocidad harán que gran parte de la estación se evapore por la acción de calor”, manifiesta y aclara que la velocidad de caída, una vez dentro, disminuye.
Fuente: El Universo