Desde 2014 el hambre crónica ha ido en aumento a nivel mundial. La situación se deterioró gravemente en 2020 debido al COVID-19. Se estima que actualmente hay 345 millones de personas que por las noches se van a dormir con una sola comida o sin haber comido, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
En Ecuador, la situación también es compleja y se estima que el 13 % de la población (2,5 millones) no come o lo hace solo una vez al día, revela Matteo Perrone, representante del PMA en el Ecuador en entrevista con EL UNIVERSO. Las cifras del hambre en el país y a nivel mundial podrían empeorar debido al “coctel” político, económico y social que se está presentando actualmente: guerra entre Rusia y Ucrania, la escalada de precios de los alimentos y de los fertilizantes y la crisis económica ahondada por la pandemia.
El hambre y la falta de acceso a alimentos de calidad van en aumento a nivel mundial y registran niveles históricos. Las distintas naciones y organismos internacionales han tratado de aplicar programas, pero las cifras no se reducen. ¿En qué se ha fallado?
Estamos en un periodo de conjuntura de varios factores. El número de conflictos ha aumentado. Lo último es lo de Rusia y Ucrania que nos ha impactado de forma grave debido a que ha provocado el alza de los precios de los carburantes, el gas y el de los alimentos. No podemos olvidar que Ucrania daba de comer a más de 600 millones de personas a nivel global.
Luego tenemos el problema de los fertilizantes y esto lo vamos a sentir mucho el próximo año, en enero o febrero. Vamos a ver una disminución de los productos agrícolas debido a la falta de fertilizantes. También tenemos al COVID-19, que ha hecho que parte de la población caiga en la pobreza extrema.
Hace cinco años teníamos 80 millones de personas que padecían hambre, pero la cifra se disparó a 276 millones durante la pandemia. Hoy son 345 millones de personas que por las noches se van a dormir con una sola comida o sin haber comido. Por ejemplo, Somalia (África) está a las puertas de la hambruna.
La actual coyuntura también hace que los países, varios de los cuales son parte de nuestros donantes, decidan cuál es la emergencia que deben priorizar. Entonces, la falta de recursos provocada por la caída de la economía ha hecho que no podamos mitigar este problema.
En este contexto tan complejo, ¿qué deben hacer las naciones afectadas por el hambre?
Yo hace más de 20 años trabajo en asistencia humanitaria y lo que he visto que se debe realizar para evitar que las personas más vulnerables caigan en desespero es que los Gobiernos deben invertir en la protección social. No es la solución definitiva, pero esto contribuye a que las personas caigan en una inseguridad alimentaria grave que genera enfrentamientos sociales como lo que está pasando en Sri Lanka.
En Ecuador existen familias enteras que solo comen un plátano, un choclo al día. De hecho, tenemos el segundo índice de desnutrición crónica infantil más alto de Sudamérica. ¿Cómo está el acceso a alimentos en el país?
Nosotros hemos realizado un estudio que nos determina que casi 2,5 millones están en inseguridad alimentaria severa, es decir, comen una vez al día o no comen. Esto es el 13 % de la población y es una situación que nos preocupa mucho, ya que si miramos los datos de la desnutrición crónica infantil confirman nuestra alerta y tenemos que mirar cómo solucionamos esta situación, y como PMA estamos dispuestos a ayudar al Gobierno en su tarea de proteger y asistir a los ecuatorianos.
¿Qué tipo de apoyo está dando el PMA al país para enfrentar el hambre?
Hay que decir que en una situación global como la que vivimos hoy ha habido solidaridad del multilateralismo, de los países donantes que han invertido bastante en Ecuador. Como PMA hemos visto una baja en el apoyo de nuestros donantes, pero no ha sido tan fuerte como esperábamos.
Ecuador sigue siendo un país prioritario en Latinoamérica. Hay que seguir invirtiendo en políticas sociales, de apoyo a las poblaciones más vulnerables. Creo que hay puntos muy positivos como el anuncio (desde el Gobierno) de luchar contra la desnutrición crónica infantil, ya que hay la voluntad de hacer algo.
Los subsidios son importantes para no dejar a nadie atrás. Es muy bueno el tema del subsidio a los fertilizantes que anunció el Gobierno de Ecuador, pero en paralelo deben existir políticas de desarrollo para que los más vulnerables salgan de esta situación.
Como PMA hemos apoyado a casi 170.000 personas con el bono nutricional ($ 240 mensuales). Ahora estamos por realizar la cuarta fase de esta ayuda y esperamos llegar a unas 220.000 personas, que son mujeres embarazadas o con niños menores a 3 años.
¿Cómo eligen a los beneficiarios del bono nutricional?
Nosotros damos un bono de un valor de $ 240 a mujeres embarazadas o que tengan niños menores de 3 años. Esto lo hacemos para que ellos compren una comida nutritiva y es un rubro que es casi 50 % del valor de la canasta básica familiar. Esto lo hemos hecho desde el 2020 y nuestra focalización es en colaboración con el Ministerios de Inclusión Económica y Social. Ellos nos comparten una lista de usuarios que no son beneficiarios de otros bonos del Estado, que se han quedado afuera de la protección social del Estado.
Además, nosotros mismos encontramos a esas familias vulnerables en varias provincias del país. Cabe destacar que existe un registro social que tiene debilidades, ya que no está actualizado al día de hoy, ya que muchas familias, por el COVID-19, han caído en estado de vulnerabilidad extrema y que no están dentro de este listado.
¿Cómo ustedes realmente constatan que las familias que reciben este bono lo utilicen para la compra de alimentos nutritivos?
Tenemos un sistema de monitoreo en tiempo real en sentido de que el bono es canjeable en algunos supermercados de todo el país. Son bonos electrónicos y solo pueden comprar alimentos nutritivos y no pueden comprar, por ejemplo, gaseosas o productos de higiene. Solo pueden comprar productos frescos y nutritivos.
También podemos ver si existe subida de precios de los productos o si se están realizando compras que no entran en nuestro criterio, por ejemplo, alguien que compre todos los $ 240 en arroz (para luego venderlo). Esto es una bandera roja que investigamos inmediatamente.
¿Qué provincias o zonas son las que ustedes han detectado que tienen mayor problema con el hambre y al acceso a alimentos?
Las zonas, desafortunadamente, están en todas partes del país. Sin embargo, la Sierra central, el norte de la Costa, el sur de Guayaquil y la Amazonía son los sectores con necesidades muy altas.
Usted ha puntualizado el tema de alimentos nutritivos. Cuando uno recorre los barrios pobres o periféricos es normal, entre comillas, ver niños y a sus familiares bebiendo gaseosas y comiendo alimentos procesados. Muchos justifican su consumo por sus precios bajos, una bolsa de papas fritas cuesta 0,25 centavos. Y aquí viene el problema de tener niños desnutridos, pero a la vez con sobrepeso u obesidad…
La desnutrición es un problema multisectorial. No es solo comida sino también acceso a agua potable, servicios sanitarios adecuados y problemas culturales. La obesidad obedece a factores culturales, a una falta de conocimiento de los productos en Ecuador y falta de recursos para comprar una comida sana.
Es mucho más barato comer comida chatarra. Cuando voy a mis misiones he visto a niños tomando gaseosas con altos índices de azúcar y esto hay que cambiar a nivel cultural. Con otros socios estamos trabajando en campañas para cambio de hábitos y tener una dieta saludable.
¿Cuál es la corresponsabilidad de la empresa privada para producir alimentos de alto valor nutricional, pero a bajo costo?
Es un dilema. El sector privado puede jugar un rol muy importante en esta lucha y creo que lo están haciendo. El Gobierno de Ecuador ha puesto en marcha un consejo consultivo para abordar la desnutrición crónica infantil y donde estamos nosotros, la academia, el sector privado, y justamente son en estas mesas de trabajo en donde podemos influenciar para que el sector privado realice su máximo esfuerzo.
Fuente: El Universo